te espera en cada esquina de la plaza
para liberar con un soplo
a tu pañuelo blanco del polvo de ladrillo,
del dolor eterno,
por la ausencia presente de hijo perdido,
del llanto dulce de nieto robado,
de tantos años de mentiras, injusticias y traiciones.
En cada arruga llevas grabadas palabras de lucha,
de grito y de marchas,
de NUNCA MÁS!
con los puños crispados, banderas de palo,
y treinta mil escraches de HIJOS contra los traidores,
contra los asesinos,
contra los cobardes.
Encabezas la comparsa a puro tambores tristes
llevando el ritmo alegre de amores y esperanzas
junto con los que a tu lado cantan
(con la voz ya quebrada)
"a donde vayan los iremos a buscar”,
que siempre se los perseguirá
para que digan la verdad,
para que paguen por tanto llanto de madre
y por cada identidad perdida de niño.
Y así seguís, con tu hermosa dignidad insurrecta
dándole la espalda a la derrota,
haciéndonos saber que
la única lucha que se pierde
es la que se abandona,
y llegará el día que los asesinos confiesen
y que los hijos aparezcan;
que de un momento a otro
tu cuerpo se convierta en grito rebelde,
en jueves de plaza,
en
pañuelo blanco.