lunes, 19 de enero de 2009

Como si te quisiera...


Me golpeo en la pared donde escribo
mi ansia de andar ilusiones,
en el oscuro rincón donde nacen los adjetivos,
donde se produce esta partición intrínseca y forzada
que me exacerba
traicionando mi pecado original
-el apetito de encarnarme en la piel de Caín-,
porque no encuentro un punto final para el poema de nuestras vidas
de versos crudos y ardor
en los ojos,
que se venden
por un par de papeles grises y húmedos,
que no tardan en tirarme al suelo y mirar la sombra
que nace debajo de mi pie
izquierdo,
sintiendo un brazo agarrado por otro
que no puede hacer más de palanca sobre la tierra.

El momento me altera
- ya lo dije –
porque es la voluntad del ruido
la que me lleva a liberarme o no
de esta misma rebelión de tinta derramada
en el muro donde martillé mi lengua,
devorando el polvo que atragantó
mi antigua angustia vertida
-profundidad de mi esencia-,
que desde que el tiempo eligió ser el espacio vacío
de mi silencio y aceptación no logro vomitarla.

Esa voz me corta, me sangra y me deforma,
no deja tragarme las palabras
que produjo esa costumbre
de hablarme despacio y, sin descanso,
que me asfixian y no dejan notar
la verdad que trato de disfrazar
para no extrangularla,
ni matarla.

La misma que me somete al abrazo destrozado
a la torcida columna vertebral
enterrada en el barro de mis conquistas,
desde el momento en que elegí estar frente
a la imagen que me corrompe,
que me despoja de todo lo absoluto,
que me abre ventanas al cielo párvulo
donde
no existe amor
no existe reflejo
no existe UNA MIERDA
solo un caminar gastado de palabras cansadas
que rebotan en mi
como una piedra en una pared de ladrillo hueco
que me parte al medio mil veces
y me caigo sin creer en
NADA
y me arrastro cuando la horizontalidad de mi cuerpo
se desprende
del piso donde arrojan la basura que devoro
noche a noche
donde esa nada se transforma en un algo que es

TODO,
un todo para cualquiera,
menos para mi.
...

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