lunes, 19 de enero de 2009

Siempre estarás en mi corazón...


Esta madrugada me acordé de vos, como lo hago frecuentemente cada día y cada noche de un tiempo a esta parte. Recordé cuando por poco nos matamos lavando y pintando el tanque del agua en la terraza, allá por enero, ese enero lejano y tan especial. También cuando le vendiste la caja de herramientas al peronista paquidermo (mas paquidermo que peronista) del Barrio Derqui. Se me vino a la memoria cuando hacía tanto que no te veía y te encontré en la plaza de Diaz Velez aquel sábado en la época que yo salía a correr y suspendí el trote por una mateada con vos mientras mirábamos atentamente a las chicas que hacían aerobic.
Que hacías ahí? no me acuerdo... Me contaste que trabajabas en una fábrica, creo que de plástico y, dormías en una casa que te prestaba tu jefe. Siempre tenías algo nuevo para contar. Continuamente tenías esa historia absurda que yo esperaba escuchar de vos.
Mientras te recordaba, anoche, me reía porque se me venía tu cara de “yo no fui” cuando con mi viejo te tomaste el vino tinto que me trajo Huesito de San Juan. Es imposible no recordar esa cara de "yo no fui" que tuviste siempre.
Mirá que he conocido personajes increíbles, imprescindibles, insólitos, pero como vos ninguno. Con ese talento tan particular para mandarte “cagadas” y después comprarnos con una sonrisa. Estabas limadisimo... Pero de una locura entrañable. De hablar fuerte entre el "pucho" y el vaso de vino. De choripan con chimichurri, de sentirte cómplice, amigo, par.
Cebador empedernido de mate. Compañero de futbol por TV. Vos eras uno de los nuestros, del barrio, de la calle. Eras un símbolo en cualquier patio y en cualquier esquina.
Por qué te fuiste? Lamento muchísimo tu huida. Estoy seguro que la lamento más que vos, que solo debes lamentar lo mucho que te lamentan tantos por aquí. Y no más que eso:
Tus amigos imaginarios, los billetes de lotería, el tablón de Mataderos y la Bombonera; el bar de la esquina y de la Estación. El banco de la plaza, tu chomba negra con el cuello levantado y, la tele que había que golpearla para que funcione.
Ojalá exista algo que me quite el egoísmo de no aceptar perderte, porque entiendo que vos ya me diste un pedazo tuyo que precisamente no es un puto tumor, ni la mierda que escupías a diario. Ojalá te entiendan como yo lo hago porque cada vez extraño más tu genial y delirada manera de imaginar la vida, de ser vos mismo, de no deberle nada a nadie. Del desarraigo material, del despojo de algún supuesto fracaso en el pasado y empezar de nuevo donde quiera que sea. De tu fuerza por salir adelante, de como en este último tiempo, como decía el Che “dar la vida por cada bocanada de aire y mandar la muerte al carajo”.
Siempre quise apropiarme de cada amigo tuyo que decías tener, quise andar por cada uno de esos lugares espectaculares por donde anduviste y me enamoré de cada mina extraña de la que supuestamente conquistabas.
No tenías testigos en ninguna de tus aventuras y, en toda mesa desatabas una polémica distinta, y sin que nadie lo sepa, absurdamente, se profundizaba filosóficamente sobre la verdad y la mentira.
Cada vez necesito mas de esa crítica exacerbada sobre el partido de Chicago o de Boca, los mates de la tarde y, las anécdotas de bailantas y cabarets, de campeonatos de futbol en el potrero de la vuelta cuando “el barrio era el barrio” y, de cuando lo cagabas a trompadas al imberbe del vecino.
Son tantas historias que me quedaron grabadas, tantos momentos compartidos, algunos no muy buenos, otros no tan malos, pero tan nuestros que no puedo evitar conmocionarme cuando te pienso.
No sabes cómo festejaba por dentro cada escupida soñada mediante la pantalla, en tu enojo y protesta anónima sobre el rostro de un represor. De discutirle a cualquier político sobre política frente a Crónica TV; de reclamarle a Chicho Serna que “ponga más huevo” y, de indicarle a Riquelme como debía pegarle a la pelota.
Por eso amigo y compinche, me vas a hacer mucha falta. Sos mi héroe anónimo, mi puño insurgente en el patio de baldosas. De la esquina empedrada y del depósito de Marconi luchando contra las desigualdades, cargando fierros y cartón. Eso es ganarse la vida!, aunque a veces para algunos es perderla. Pero vos más que Balzac y antes de él, supiste que “la resignación es un suicidio cotidiano”, aunque alguna que otra vez se te haya ido la mano con un blíster.
Seguramente tu Dios te estará compensando por todo lo que te quitó. Por ese amor que nunca volvió, por lo más preciado que has tenido en todo este tiempo, lo que nunca se despidió de vos. Dicen que la historia de alguna manera, nos absolverá. Yo me pregunto, quién sería tan capaz de tirarte alguna piedra?
Te voy a echar mucho de menos, compañero. Pienso que otros deberían morirse. Si, que se mueran otros! La vida sigue un poco más triste y acá la seguimos peleando un poco más solos. No sé como homenajearte de otra manera que recordar cada momento, riéndome con los demás de tantas anécdotas divertidas que nos dejaste. Quizás pienses que la mejor manera de hacerlo es que me ponga la de Boca o la de Chicago por un rato. No lo sé. Quizás más adelante, porque ahora me dieron muchas ganas de llorar.

Un abrazo, tio.

3 comentarios:

  1. muy buenos recuerdos ojala lo hubiese conocido como vos
    muy buen homenaje

    ResponderEliminar
  2. Buen trabajo y que lindo compromiso de amor.
    Hace poco decidí escribirle una carta parecida a mi viejo que aún está medio vivo y medio solo. Gracias por compartirlo!

    ResponderEliminar
  3. un gran homenaje realmente... pero el mejor homenaje es recordar todas sus enseñanzas..
    todos tenemos un heroe mudo. un heroe que nunca le decimos heroe hasta que somos concientes de lo que es o de lo que fue... muchos heroes pasan por nuestra vida... felices somos aquellos que logramos darnos cuenta que lo son.
    gracias por compartir esto. besos!

    ResponderEliminar