martes, 27 de enero de 2009

A una morocha del Sur...


No te lamentes si alguna vez la innecesaria operación
de los sueños te separa un poco de lo real y de lo práctico.
Si el mar no encuentra, allá en lo profundo,
otro mar de tregua para vos,
o si la oscura nube metalizada se desprende del cielo que miras
sin dejarte ver el caminar del sol y las escamas del cielo,
no llores, no sientas pena.
Porque de las plantas, como de todas las cosas
que crecen al regarse (hasta con lagrimas)
se disparan el aire y el calor que te acarician y te consuelan,
por mas que la oscuridad esté allí,
contemplando susurros y desiertos,
golpes y tempestades, llantos y desvelos.
Y la gota que camina de los ojos hasta el suelo,
rebotando en la cerámica, no es más que una pelotita rebelde
que escapó de tu simpleza y de tus ganas de reír sin poder…
-ese sonar liquido del silencio, insoportable,
terco y caprichoso.-

No hay más dolor en el recuerdo que buscas,
no hay mentiras, no hay más sales para las heridas donde
la sangre ya no emerge, sino fluye, y con las piernas vas
empujando la atmósfera pesada que fastidia,
hacia otro lado sin riachuelo,
otro sur no tan nuestro,
no este sur con calles de tierra y humo industrial,
tan apasionado, donde se habla siempre en domingo
y se ama descontroladamente,
donde se ve caer del puente, rodando,
la piedra herida, el palo quebrado, los puños crispados,
el grito…

No pienses que la vida solo me dará hijos, un hogar,
un peine para cuando se me caiga el pelo,
no creas que el Éxito es algo más que un cuaderno de tapa dura
donde podemos escribir hasta la eternidad de las cosas,
hasta la inmortalidad de las hojas mismas.

No ves morocha?
No podemos atarnos de pies al tiempo y escaparnos
del traje gris, de los relojes, de los asientos traseros de los taxis,
de las plazas sin artesanos,
donde no existan las Cajitas Felíces, las películas sin subtitular,
un corazón sano, un jugo de naranja…
En fin…
y no estoy triste por eso.

Solo importa el perfume de tus manos sin perfume,
la paz declarada, los niños,
los amantes sin escondite, los cementerios sin tumbas,
el gemir de las olas contra las piedras,
las montañas que se mueven.
No te aflijas porque la comida o porque aquel,
si te ves mas delgada con esa remera negra o blanca,
por las muñecas mutiladas…
No hay más belleza que tu sonrisa desbordada
por palabras llenas de gracia y de ternura
que nacen dentro tuyo, que duermen dentro mío,
mientras reímos de nosotros mismos
y sollozamos la rosa muerta por el tirano que
nos baja la persiana privándonos del sol,
de las nubes metalizadas, de las escamas del cielo.

Morocha dejame verte una vez más
y dame la mano,
acompañame a buscar las risas del futuro,
la eternidad de los sueños,
la muerte del olvido,
afianzándonos, como siempre,
entre el espanto y la delicia,
la comparsa triste que nos hace ser o no ser
libres
en el vuelo salvador de conciencias y sentimientos,
de amistad y lejanías, de historias absurdas
para robarte sin tantos pretextos,
aunque sea por semestres,
alguna palabra tímida de tu sonrisa desbordada
de colores y perfumes,
de metáforas y canciones.

...

viernes, 23 de enero de 2009

La propaganda manda cruel, en el cartel...


























































































































La mar estaba serena... (2002)


Todavía no amaneció, pero me animan los reflectores en el cielo. El intermitente temporal cayó sobre los chaperios y todo dio igual. Los niños aplaudieron y se conformaron con el fenómeno aunque rezaron para que la próxima navidad, sea Santa Claus quien caiga del cielo y no un estúpido chaparrón de meteoritos.
Fuentes del FBI han informado que el anciano ha sido capturado en la frontera Bolivia-Paraguay con setenta mil piedras de opio que iban dirigido hacia Japón.
Así las cosas, una revolución ha ganado jerarquía en tierras del sol naciente. Los orientales abrieron los ojos por primera vez y dieron en el blanco. Las profecías nos dicen que diez millones de japoneses marcharan hacia los Estados Unidos por una carnicería. Pikachu va a ser liberado!!! Es un buen dirigente y sabe de las injusticias del mundo, toda esa puta escoria que ha dejado a su espionaje contra la pared. Los diferentes países del mundo se unieron en un solo grito, pero la astucia japonesa los ha vuelto a vencer. La tecnología craneana oriental se apoderó de todo nuestro revolucionario mundo americano, han matado todos los gangster de la ciudad, los fusilaron uno por uno cuando lograban escapar de sus jaulas, reventaron el último nudo que quedaba de la mafia china y radicaron a sus prostitutas, falsearon todos los documentos que les hicieron falta para que la historia deje de matar al tan celebre fantasma de la CIA.
La política americana ha vuelto a caer. Tipos cuyas propiedades son oro puro, soldados de buena chapa y licencias para mandar cuerpos a la morgue. El mundo se ha convertido en un rápido reloj de dólares y América se ha conmocionado.
Un terremoto azteca dio a luz la nueva cara de la esfinge, nada de maldiciones ni profecías pusilánimes, todas las tribus del continente se unieron para ver el joven poliedro. Los sapucái sujetaron su resonancia en la frontera y el grito de guerra de los siux se desplomó de las Torres Gemelas. Lo sentimos. Desde lo mas alto de las montañas, se explicó Dios ante el mundo y todo volvió a la normalidad. Las luces de los estadios se encendieron nuevamente, la pelota, felizmente, volvió a rodar y los ojos se pegaron a las pantallas otra vez. El Negro me cuenta de La Habana, yo me preparo para una nueva ola de proyectiles, El Negro insiste en Ibiza cuando el bullicio es ensordecedor. El milenio nos encontró sentado frente a la Casa Blanca, viendo los fuegos artificiales que lo anuncian. Un relator nos cuenta por medio de los altavoces la historia del país. Este tipo, dicen es el mejor de todos los relatores del mundo. La historia cuenta que nadie sabe de su paradero, pero si que fue encontrado... aquí cerca, en Miami Beach con un sombrero jamaiquino. Eso no nos incumbe. La ciudad está repleta de cámaras que transmiten todos los rincones del estado y se enfocan en una gigantesca pantalla, situada metros arriba del Puente de Brooklyn. Las cámaras llegan a enfocar los mas pequeños detalles de cómo se vive la fiesta en los diversos clubes modernos y exóticos del primer mundo(?). Hasta pusieron una de esas cámaras en un boliche latino, pero por una cuestión de estética decidieron censurarla a último momento. De repente una sorprendente imagen satelital se prende a las pantallas de la ciudad: un extraterrestre que hace días, no mas, han cazado mediante una nave de la NASA, saluda agitando una banderita yanqui y con su vocecita torturada canta el himno del país. Parece tierno y amigable, eso también demuestra que ET era un verdadero marciano y no un simple muñeco de hule.
Yo sigo asombrándome de las nuevas posibilidades que la ciencia nos muestra, mientras de a sorbos caliento mi cuerpo congelado con una barata ginebra (con gente depierta!). Los aviones sobrevuelan la capital del país haciendo piruetas, impensadamente los vemos formando un símbolo de paz, la escena nos conmueve, el relator enmudece por un tiempo y entre llanto larga un grito: Viva América!!! (Como si el país fuera un solo continente). El Estado se estruja de manera incontenible, justo cuando veo el paso de una centella.
Ahora, como plato fuerte, desde un satélite artificial imágenes de las distintas batallas estadounidenses se reflejan en el lago. Podrían haber puesto mas cosas de lo visto, nada de Bangladesh ni de Bolivia, solo la muestra de un capitalismo moderno sobre la astucia japonesa. El documental termina y en las pantallas vuelven a los festejos. Yo prendo un cigarrillo, mientras cruzo la avenida con una ilusorio vuelo melancólico, pensando en mi país, en mi tango y en las novedades que El Negro me sigue contado sobre La Habana, pero vuelvo a tierra cuando casi un auto volador le arranca la cabeza con sus electrónicas aletas con forma de guadaña. Nada es mas cool que recibir el milenio con una catástrofe.

Como una herramienta mas de los nuevos síntomas mecánicos, Natsuka deja que la pistola de heroína lo desarme frente a las cámaras. Deja inmovilizado el pulso y el material se le desparrama en sus nervios, le brota por los ojos y rebalsa. Las niñas sueltan una ovación. Chicos ricos husmean la caja fuerte y la violan. Huelen a jarabe y tienen doble faz. Antes de enloquecer atrapaban las estrellas en el ojo del insomnio, adoraban infantes marcados sobre moldes de androide que tomaban drogas duras con el culo flojo transigente, logrando reputación en dulces colegialas glutinosas. Diafragmas anabólicamente hinchados, con los paladares dormidos, y con sus DNI plastificados, irrompibles y acento de New Wave.
Vemos como el chino se retuerce. Las luces radioactivas atrapan la estética y el humo se acopla en los plafones. El chino camina zigzagueando. Fantasmas molestos vienen a balbucearlo, inquietos y miserables, juegan dados en su cráneo y le sueltan una plegaria pegajosa, inolvidable. Hemos visto cosas peores.
Las niñas absorben medicinas tropicales fuera de leyes, se arquean desesperadamente y escupen celo, pasan la lengua por los sillones que saben a marihuana, manosean sus llamas perdiendo su ropa deslizante con el compás de histeria desordenada, hablan largando líquidos pegajosos, con el acento inocente, resentido, se desnudan alocadamente, bailando con un gran estilo la bienvenida del nuevo milenio.
El chino sigue en problemas a través de la noche psicodélica. Sombras de tipas finas le seducen y su blancura lo golpea emocionalmente. Gramo tras gramo, quebrando la uva en el bilis, sugestionando la nariz hinchada como sus venas. El occidental sigue aceptando las leyes de la nueva era en el coma del mundo, atragantado de células plásticas, amigables, ensanchando la traquea como un tragamonedas, danzando un sonido alterado con las pendejas, ya, quemadas de fiebre, exudan éxtasis, con los pechos duros, como concreto. La fiesta termina. Nos despedimos con la imagen del chino, perdiéndose en la huronera del nuevo milenio, soplando conductos de alcaloide, secos pero felices.

Con el tiempo me he dado cuenta que tengo una enorme cualidad para estar despierto durante días. Mis sentidos pueden remover los secretos mas buscados de la piedra y vulnerarlos con total clase. Bebo antiséptico y me alimento con nicotina, raras noches me son aburridas, salvo cuando la cacería no me persigue. Yo soy el hombre radioactivo, el último espía de la luna, viviendo en el mundo mas sideral y mágico de todos. Con aspecto de filósofo chiflado metido en su uniforme de superhéroe, uno de los tantos reclutas de las películas de Spielberg, montado en bólidos vegetales, viajando por el universo globalizado, casi, como escapando de la muerte ¿Nadie se ha preguntado por que los perros nunca miran al cielo? Debe ser por una cuestión de escepticismo.

El mundo es tan chico y tan simple de destruir que solo pensarlo mete miedo. Los japoneses han recurrido al último paso de la libertad y hasta ahora no recibieron ningún alerta. Si esto fuera el África diría que ya estamos perdidos. Ya no hay mas fusiles ni reaccionarios ya no hay emboscadas ni revoluciones pero el animal cada día ladra mas. No usa identificación y su nombre estalla en la luna, preferiría llamarlo... como se llame, no importa. El siniestro ya no se encuentra libre, gruñe salvajemente colgado en la telaraña, escupe fuego y quema, rasguña el aire y le rompe su oxigeno, vomita sin parar. Su ladrido es tan violento que revoluciona a todo nuestro pequeño mundo eléctrico...
Nos hemos metido en el único atajo hacia la tierra prometida, flotando en un bote precario, sujetado a la marea roja y clavando los ojos al cielo colmado de estrellas que amenaza con matarnos.
El comandante trae un globo terráqueo y casi llorando nos muestra que el Ecuador está mas bajo que nunca. Con sus nervios como acero trata de explicarnos que sin dudas “Nos hemos metido en problemas”. Se da cuenta de lo cruel que es vivir en el fin del mundo y contempla el sarcasmo con lo que se han encontrado sus hombres. Supone que algunos están ardiendo en llamas y gritando tan fuerte para que los escuchen y les maten. A otros arrinconados contra las rocas donde la marea los golpea, viendo al enemigo friccionando la costa con sus galeones espantosos, volando los muelles con detonaciones para que sus pedazos alimenten a los tiburones. Otros abotonados, acechados por la milicia nórdica que se ha alineado en las colinas desde el este. Estos tipos han rociado la playa con Ántrax y gas cáustico, obligaron a los campesinos para que inyecten potasio en cada una de las plantaciones de crack y después los quemaron para que no confiesen, incendiaron todas las plantas frutales del bosque y desde un helicóptero nos arrojaron los cadáveres de todo nuestro maldito pelotón. Lo más extraño es que son todos del mismo color de piel que... la mía. Nada es mas desagradable que ver amontonado a un par de cuerpos descompuestos, algunos triturados, envueltos en bolsas de plástico, con un par de buitres picándolos encima para que los huesos alimenten la tierra lo antes posible. Yo me subo a una lancha y escapo detrás del crucero, con otros soldados. Trato de darme cuenta del crimen de la guerra y no lo advierto. Al rato la noche se cubrió de un papel cromado, el cielo comenzó a escupir un granizo que pegaba tan duro que tuvimos que detenernos bajo un puente. La escarcha cosquilleaba la nariz y las uñas de los pies, ya encarnadas, me soltaron una plegaria: “Estamos muertas”.
Es salvador escuchar como duerme el mundo. El Imperio va a ser conquistado por sus hijos antes de tiempo. América tiene industrias en la luna y fabricas de niños en Sudáfrica, usan el humus misionero para plantar dólares color rojo-sangre y viajan en sus cruceros del amor para sacarle fotos al pene gigante en el culo del mundo y golpean sus caballos para fortalecer el galope de la Patagonia Rebelde. La mar estaba serena hasta que un remolino trago a casi toda mi fracasada unidad. En las alturas algo se iluminó, un humo verde nos sorprendió y luego una explosión pavorosa nos separó por unos segundos. (La paz esté con vosotros...) Los párpados ya no se resistieron y decayeron, todo cuando en el horizonte se vio una luz (... y con tu espíritu...) Crack!!!: sonaron los huesos en el fondo de la mar, ya ni el sonido del silencio se redujo (... demos gracias a Dios...) A la vez que una granada hizo que el crucero y toda la tripulación volara graciosamente en pedazos por el aire. (... es justo y necesario...) La atmósfera pesada obstaculizó el pasó de la emergencia, cuando una lluvia de sales yodadas se desmoronó por competo bajo el fin de la tragedia (... Amén). Las alarmas ya no sirven, las profecías tampoco. Nada de ingenuismos nacientes y caras de buenas predicciones. Esto ya no es lo de antes, las escasas premoniciones que nos muestra la esfinge son vanas, el fin llegó y nadie lo ha sabido operar. Operar como operan los satélites en nuestras casas y como lo hace el pan en el Biafra. El mundo se paró por un instante, los perros ladran hasta quedarse roncos, olfatean hasta llorisquear, el comandante los golpea para que encuentren los cuerpos de sus hombres caídos, y estos, ya abatidos, cuelgan sus ojos al cielo para nunca mas quitarlos de allí.

martes, 20 de enero de 2009

De ricota y ventiladores de remeras...


Remolinos de remeras,
cuerpos luminosos
de luna y canciones,
de gargantas roncas
que corean, protestan,
rien,
como lobos,
lloran
como corderos,
gruñen
como caníbales
de barrios periféricos,
de culturas de barro
y baldosas rotas,
que repiten
salmos rebeldes
para un dios
de cadenas rotas,
redondo
relleno
con ricota,
blanco como la leche
blanca
de vaca cubana,
como el queso
ruso,
de vino blanco y barato,
sin soda,
mortal,
custodiado por ángeles
para nuestras soledades,
para tu dolor,
para eso que intentamos
gritar
y no nos sale,
para esa voz que no tenemos,
para eso que queremos manchar
sobre la pared,
en tu calle,
sin miedo
al gatillo dulce que viene
marchando
desde allá,
lo escuchas mi amor como zumban?
o no te importa?
ya sé, tenés razón,
bailemos ese tango
que gruñe en tu estomago
como enjaulado.
...

lunes, 19 de enero de 2009

Mucha suerte amiguito...


Allí estás amiguito,
con las manos vendadas de mugre,
lavadas en fuentones de
agua negra,
secadas al fuego de enero.
Caminando con dos ruedas laterales
equilibrando así
el peso de la nostalgia.
Acelerando a todo ritmo
el paso del tiempo
con las llantas lisas,
como la arena en una botella.
Siempre al tanto de las noticias
tristes,
conociéndolas antes que el canillita,
con sueños de muertes y escolazos,
de plásticos crueles y metales blandos.
Caminando
por amores-amargos y calles fabriles,
andabas - digo -
porque ya no,
buscando historias liquidas
de bares y estaciones,
de mates y cervezas,
de radios y tribunas.
Hasta que no te vi más, amiguito,
por estos lados.
Donde fuiste a dar?
con tu cumbia colombiana
y tu camisa desabrochada?
Dale decime, no seas así.
Olvidaste tu pelota imaginaria
y un millón de personajes
que ríen y lloran a la vez,
no sé por qué será.

Es tan raro que no estés aquí,
amiguito…
ni en el asado de fin de año
o en centro de la mesa
contando historias
con el puto cigarro de costado,
hablando, gritando, cantando,
jugando, saltando,
bailando,
riendo, conquistando, mintiendo,
llorando, maldiciendo,
puteando,
viviendo, durmiendo, soñando,
tosiendo, escupiendo,
muriendo…

Te acordas de mi?
Este pendejo que te escribe,
por casualidad, ahora
no es como pensabas que iba a ser.
Años atrás lo sacudían
estocadas medicinales,
moretones en las rodillas
y lo sorprendían
gotas de sangre en la tasa.
Pero sabes qué?
Este pendejo creció y te vió,
te vio entrar y salir
de entre almohadones pesados
y clinicas del Estado,
de entre prisiones oscuras y
blancas,
de entre cañaverales y pozos ciegos,
de ruidos silenciosos
y cuentos sin finales.
Y reí y lloré con vos,
amiguito.
Te acordás?
Como que no,
atorrante!!!

También escuchamos juntos,
por mucho tiempo
lo escuchamos,
ese latir de corazones de piel
oscura,
de patas-sucias sobre una vereda
rota,
en ese barrio atado
del oeste,
de calles angostas manchadas
con grasa indeleble,
y voces oscuras
trepadas
al poste en la esquina
junto a las zapatillas de lona
colgadas en los cables.
Y caminamos
días y noches
en medio del olor a papel húmedo
quemado,
mirando la ropa vieja secada en la noche,
sintiendo la sirena, a lo lejos,
allí afuera,
como poniéndole música
a lo más hostil,
a lo mas oscuro.
Pero ya no estás aquí,
querido amiguito,
con el shorsito de fulbo,
en ojotas,
haciendo jueguito con vos mismo
entre el humo
y tu sombra.


...

Estas angelito?



En las revistas no estás,
ni en la radio,
ni en la cara de la cajera del supermercado
estás.
No puedo verte en otro lado más que
frente a la pantalla que me consume.
Me cansa.
Donde me pierdo lo que pasa allí afuera,
donde no escucho lo que gritan allá,
detrás de la ventana,
ni veo lo que pintan en la pared de la esquina.



Es que vos seguís allí,
en el exilio de los deseos y placeres,
donde mostrás lo que todos
quieren de vos,
donde guardás escondido lo que yo
busco de vos.

Pero aquí estoy,
y si, qué más?
espiándote mientras te dibujo letras que
no sé muy bien donde las guardo.

Y estoy seguro que podría contarte
muchísimas cosas sin importancia,
porque de alguna manera sé
que no te importo,
y que en mi cabeza vas a seguir
perdiéndote
entre vegetales gigantes
y perfumes desconocidos.

Me levanto de la silla y te pienso
con la certeza de que no fumas como yo,
ni que sueñas conmigo.
Y tampoco estás del otro lado de la ventana
donde la sombra de los arboles se comen
lentamente los autos lujosos y las casas pobres,
y el corretear inocente del mundo
se choca con el otro
-las vocecitas y los gritos-.
Donde los amantes pasan por al lado
y no se besan,
y los chicos corren delante de nadie en las plazas.

No estás, ni en el vaso de agua de la tarde,
ni en el sabor de la menta.
Ni siquiera cuando en el centro comercial
miro de reojo algún maniquí .

Pero sigues allí,
insinuándome, seduciéndome,
sin saber que mañana por la tarde
en algún bar, dos sillas vacías
nos esperan,
en Buenos Aires o en San La Mierda y,
no estaremos allí.

Perdón.
Soy un delirante.
Es la ilusión que me produce
el absurdo efecto del “sin vos”,
y el olor de noches cansadas
sobre otra pasión,
otro cuerpo, otras palabras.
Que nos deja ese sabor a hoja seca
en la boca,
que nos deja el beso oscuro
que no nos elije,
ni nos idealiza,
ni nada.
No nos tiende la mano,
no nos habla.

Te soy sincero.
Me divierte pensar en tus pensamientos,
en qué piensas del mundo,
en el análisis previo que haces
para ponerle nombre a todas tus cosas.
Pero sigo odiando tu enojo,
lo odio de la misma manera en que amo
tu dulzura y tus caprichos
de nena
o de vieja.
Qué importa?

Me pregunto en por qué no estás
como te imagino,
con ese vestido nuevo,
aquellas otras sandalias.
Esperándome en la cocina
con una cerveza o un café
para contarme historias de cordilleras y tamales,
escuchando chacareras,
haciendo tiempo para tomarnos un tren cualquiera.

Pero no.
No estás allí.
Sino revisando mensajes en el celular.
Pero en mis sueños sigues varada
detrás del espejo, al menos,
donde te espero,
para jugar al juego tribal del subconsciente
que nos enreda cada vez más
en los vegetales gigantes,
en los perfumes desconocidos.
...

El amor, esa palabra...


Como si te quisiera... (parte 2)


La necesidad de escucharte de lejos
sin conocer la verdad de tu boca,
contemplando el sucio deseo de morir
trepado a tus piernas,
sabiendo que no existe epopeya en nuestra historia,
con ganas de comprar tus sueños y tus brazos
para que me aprieten
presionándome la cabeza y me hagan
vomitar ese pesado,
inmunso y asqueroso
liquido del cerebro,
librándome de toda culpa,
arrancándome la tapa del craneo
para ventilar
mi pecado original,
para que la piel
del puto Caín
no me abrigue,
se queme y desintegre,
como mi sombra en tu pared,
como la conchuda humedad
que te ahoga y no te deja notar
la pureza que necesito contarte
porque de nada me sirve comerte
sin tragarme tus palabras
que huelen a mierda secada al sol,
las mismas que trato de disfrazar
para no tacharlas ni callarlas,
ni matarlas,
como si en una calle oscura dejaría tu cuerpo
desnudo y redimido
para reencontrarte con lo mas antiguo
de tu ingenuidad,
como la mía,
absurda, decadente, enferma,
estupida y con mucho
pero mucho
olor a mierda.

Como si te quisiera...


Me golpeo en la pared donde escribo
mi ansia de andar ilusiones,
en el oscuro rincón donde nacen los adjetivos,
donde se produce esta partición intrínseca y forzada
que me exacerba
traicionando mi pecado original
-el apetito de encarnarme en la piel de Caín-,
porque no encuentro un punto final para el poema de nuestras vidas
de versos crudos y ardor
en los ojos,
que se venden
por un par de papeles grises y húmedos,
que no tardan en tirarme al suelo y mirar la sombra
que nace debajo de mi pie
izquierdo,
sintiendo un brazo agarrado por otro
que no puede hacer más de palanca sobre la tierra.

El momento me altera
- ya lo dije –
porque es la voluntad del ruido
la que me lleva a liberarme o no
de esta misma rebelión de tinta derramada
en el muro donde martillé mi lengua,
devorando el polvo que atragantó
mi antigua angustia vertida
-profundidad de mi esencia-,
que desde que el tiempo eligió ser el espacio vacío
de mi silencio y aceptación no logro vomitarla.

Esa voz me corta, me sangra y me deforma,
no deja tragarme las palabras
que produjo esa costumbre
de hablarme despacio y, sin descanso,
que me asfixian y no dejan notar
la verdad que trato de disfrazar
para no extrangularla,
ni matarla.

La misma que me somete al abrazo destrozado
a la torcida columna vertebral
enterrada en el barro de mis conquistas,
desde el momento en que elegí estar frente
a la imagen que me corrompe,
que me despoja de todo lo absoluto,
que me abre ventanas al cielo párvulo
donde
no existe amor
no existe reflejo
no existe UNA MIERDA
solo un caminar gastado de palabras cansadas
que rebotan en mi
como una piedra en una pared de ladrillo hueco
que me parte al medio mil veces
y me caigo sin creer en
NADA
y me arrastro cuando la horizontalidad de mi cuerpo
se desprende
del piso donde arrojan la basura que devoro
noche a noche
donde esa nada se transforma en un algo que es

TODO,
un todo para cualquiera,
menos para mi.
...

Arena descalza.


Sin una piedra donde apoyar mi cabeza, ni donde tocar viento,
ni libertad de angustia, ni sombras;
soy un bosquejo en la orilla de este mar infinito
que me trae un ruido de grandes luchas
-epopeyas acuáticas-
que se llevan el asombro de mis ojos,
la mueca idiota de mi cara,
el TIC-tac molesto y perfecto
que acompaña la danza de mil gotas y arenas
que barren imperios y porquería;
donde el monarca mea la lluvia de ácido
que mata aguas vivas con Nelson
-el más puto de todos-

Yo? nada, como siempre,
con la cabeza gacha y la nuca hirviendo sueños
admitiendo tempestades, repartiendo folletos de
culos y conchas
a nadie,
masturbando la mañana como hacen los
lobos con cada una de las botellas de plástico

que cada estúpido les tira,

como agregando una idea brillante
a este panorama hostil, de carne cruda
y guerra de sol contra nube,
trotando en el viento,

sin un trapo que ponerme,
sin un músculo que me disfrace,
sin tu cuerpo que me abrase, para sentir
ese amor absurdo,
de espalda y tribal,
esa puta barbarie que nos arruina,
pero nos quita el gancho punzante del cuello,
para volver a ser arena de mierda pisada por tontos
que ensucia y quema, sin matar.

Y enfermo, rompolaspelotas, y amo
como un forro pinchado,
y quiero ser sordo, ciego
–un tarado-
para creer ser lomás en Zamora,
pero soy un títere que inventó
un dios cagando en la arena y asi
me levanto y muerdo un pie y muerdo
lo que sea y muerdo…
mordiendo agua
y sal.


...

La última arcada...


El hígado se endureció mas de lo habitual y mi cara lívida lo dice todo. Otra rotunda embriaguez se hace cargo de mi. La posiblidad que un largo placer me dé una corta vida, y que lo descarriado, también, forma parte del equilibrio. Además pienso que el encanto de ver la vida sumergido en alcohol podría darme una explicación más simple sobre la conducta humana. Diría que es como un tercer ojo hipnotizado. Un ojo trapecista que mira la epopeya trepado en la cornisa... o el ojo quebrado del pasillo del hospital... el ojo morado a trompadas... o el ojo embustero de mira prolongada que traspasa el culo de la botella hacia el fin del mundo. Casi muero intoxicado, digo, por el mal olor del Riachuelo que inunda la autopista que me traía al hospital. Con la boca quebrada, goteando aceite, mirando el cielo desolado. Resignándome en la idea que el alcohol, sin dudas, me hace mal. Los médicos me hacen dar cuenta de lo mal que se encuentra mi hígado, y que mi mala conducta no iba a ser indultada por mas reputación que tenga. Yo los escuchaba desde mi estado vegetativo mientras el sueño caía sobre mis pestañas. Estaba morado, frió y con los ojos irritados. Admitiendo la muerte sin vacilar. No había dudas de que el llorisquear de los ojos era por el gas de la soda fría, y la palidez, por las luces de la Terapia. Me diagnosticaron cirrosis hepática, el informe médico dice que es mi guerra contra la angustia que termina en un vomito atroz. Y percibí más sorpresas, todavía: Cuerpos helados, envueltos en servilletas que son un asco; carniceros con tridentes de huesos roseados con sangre; paredes que cuelgan soles crudos, opacos e infelices; demonios inhóspitos que escupen bilis; niños temblorosos, de miradas desorbitadas que suelen jugar dados antes de pasar por la máquina trituradora; terapeutas pálidos y fríos que aseguran el porvenir de un pecho roto remendado en drogas gruesas y prósperas; cucarachas fieles que entran y salen por debajo de una puerta que nunca se abre. Todo lo percibo mientras viene el papagayo. En ese ínterin, estiro tristemente los segundos de la muerte en suspiros estremecedores. Me cago de risa trémula. Minutos de taquicardias, llantos, asfixias y hemorragias; y el amenazador goteo del hilo de saliva que todavía cuelga de mi boca hedionda. ¡Valla forma de morir! Todo debe dirigirse a que la vida es una herida absurda... Es de esperar que la terapia no sea tan aburrida. No se si fue por la sidra del año nuevo o por los dos litros de ginebra de la otra noche. Nada más que dos litros hijos de puta. En verdad, este mundo es demasiado trágico para un solo vaso de ginebra.No voy a entrar en detalles, debería resumir todo a que estoy algo viejo para ver tanta miseria. También puedo decir que la soledad es más agotable, aún, en este mundo inamovible, donde un pestañar es solo una costumbre. Por ensima de todo, mi mal aliento sale como escupida, por la ventana, destruyendo los arreglos florales del jardín.
Años atras me ahogaba por una risa idiota, siempre con una Quilmes en la mano, filtrando las lágrimas en los párpados, dopado de visiones: Muertos que se hunden en el lodo, la cuadrilla muda del gatillo facil, la ley hecha trampa, el negocio de la industria gringa fabricada por la mano negra y, la masa primitiva molida a palazos blancos. El viejo grito latino, la misma replica del lejano oeste en el cono sur.
La dinámica al borde de comer antes de que la mosca te llegue a la plato, la de poner una buena pose para la foto, mas el canto roto de la mala muerte y, la de ponerse un par de ojos negros para que el lagrimear sea falso.
Esta es mi clarabolla al mundo, donde me hace ver que ningún oficio es repudiable. Ni la cultura americana del crimen, ni el del vino craneal en el hígado, ni el del dinero envuelto en la billetera china. Lo mejor de todo, es que soy parte de esa técnica. Me incendio en la noche suburbana y corro detrás de una chispa tramoyista. Nada es peor que intentar mejorarse. Volviendo al tema, este malestar es veloz, además puedo sentir muchas otras cosas: Tragos de moda, acompañados por la sonrisa simpática y tramposa de la madrugada... vinos baratos, mezclado con las arcadas secas de la mañana... y el mal gusto de la resaca... y muchos nervios cósmicos y prisioneros... y el charco de flema... mas el tambaleo de los huesos... mas la montaña rusa en la cabeza y el subibaja del estomago... mas la tos convulsa... mas el mal aliento... y etc... etc... etc y etc... Y la sirena de la ambulancia... y el informe médico... y los niños zombis... y las habitaciones frías... y los lavajes de estómago... y el puto suero... y la vieja del enema... y la pastilla de las cinco... y etc... etc... etc... y etc... Y mucho dolor... demasiado dolor... demasiado...

No seas boludo, pendejo!!!


La calle se cubre de una esencia roja, tibia, que se derramó de un caño pinchado por algún demente extorsionado por su lado criminal. Solo una gota hizo que el lugar se bañara por completo. Infinitas de impresiones colmaron los rostros de las millones de personas que pasaban por el lugar, los huesos de los participantes crujían, se desparramaban por toda la escena y se perdían derecho por la quema. (Mientras los moretones, se abusan de aquel cuerpo, “Federico” y su amigotes se llenan sus librillos).
“Si esto no es diversión, la diversión ¿dónde está?” (Empieza su discurso, “La Bestia” desde una hipnosis fotográfica, alucinada por el pánico de la sabana destruida). “Somos de esos superhéroes del cine, tan así que nadie se olvidará de nosotros” (obliga al público al mismo tiempo que yo me trepaba a una rama mirando el cielo desde arriba). “¡Que grandes empresarios que somos, tantos buenos actores y no malgastamos ni un centavo para contratarlos!” (gritaba “El Granjero” haciendo alarde de su poder para saber elegir chanchos). Todo fue por una escupida hacia arriba. “En caso de que así fuera diríamos otra cosa” (francamente pensaba “Simón”) y el humo hacia dilatar los vidrios de los ojos sensiblemente poseídos por la actuación en el escenario.
En aquel lugar, ”Miranda”, ocupa su juicio. En ese momento no se da por desapercibida la artillería. Mide su as de espadas en la boca del “Comerciante”, y cueste lo que cueste, “Miranda” (carente de angustias) salvará su futuro, saqueándole la vida al que se le imponga en su camino. Aprieta los dientes y su mirada intensa hace temer como un látigo. Los nervios, como acero, le duelen (su suerte ennegrece lentamente) “¡Estas rodeado, querido, es hora de visitar a tus angelitos!” (dicho por “Federico”, desde una voz distorsionada). En el momento que se escuchan otros fuegos negando todo tipo de negociación, “Miranda” sabe que pronto volverá a ser el polvo que alguna vez fue, y con el se llevará a otros. “Federico” invadió el plato y desde aquí en mas, “Miranda”, regará las ramas desde su sueño eterno.
¿De qué sirve la vida sin estas tragedias? Si no existiesen estas miserias, no le encontraría el gusto al tiempo.
“Todo esto forma parte del impulso que el hombre lleva consigo, el instinto animal, que se le dice. Todos tenemos un limite, algunos los cruzamos” (generalizaba una psicóloga por el panel).
Estos impulsos están hechos para gente impulsiva, no para gente común. Cuando en el acueducto de la ciudad “El Negro Marcial” le hunde el impulso por el conducto sensible a su presa, ella está allí, repleta de pinchazos y “La Bestia” es patrón, cuando el músculo descarriado se hincha dentro de la timidez de la participante. Después de presionar, ensanchando la tuerca cada vez mas, su tiempo libre se quiebra inundando la cara y la decencia de la niña ¡Que linda manera de quererse! (se decía el tipo, jadeando, después de ver a la piba acostada en el suelo).
Entonces, me hago aire como una liebre del desalojo. Aumento aún más mis sumarios. Injerto finas ilusiones en mi mente y dulces salivas de uvas en mi organismo. Raros días me busco un tiempo para estar con mi amor. Esa tipa que estimula mi mala costumbre en busca de su regocijo. Además, mi entorno es demasiado hostil para otras aspiraciones.
En el comercio, como en todo negocio, se encuentra la competencia. Me han dicho que para saber el enigma del carozo, habría que primero, empezar lamiendo la cáscara. La curiosidad de los novatos, animan mas a “La Fiera” que nos mira agazapada “¡Que lujo!” (expresándose mientras el fuego quema sus narices). Es como un viento que crece de la nada cuando los participantes dan cátedra en escena. El paño me hierve entre los dedos, el humo me revela los ojos, bajo el sol frió me acaparo de ella, su fuego, tranquiliza a ese latido que ni siquiera otra alabanza lo podría empeorar.
La venta y compra de placeres es la magia de esta creación de anécdotas ilimitadas y nadie, nunca nadie, nos podrá quitar lo bailado. La injusticia a los sentimientos se hace notar. La tortura hacia nuestras delicias, hacen que la tenaz canallada rompa las vallas de todo orden, que ataque a toda prohibición.
Al salirme de mi pasatiempo (por un rato, no mas), no estoy en la mejor de mis caminatas. La ciudad me es dañina para mi claustrofobia en tratamiento. En el ocaso, veo la resaca, rotundamente resaltada por las alteraciones de tan enormes sensaciones. ¿Que le voy a hacer? Así llega el invierno, crudo, después de tantos desgastes sofocantes.
“¡Que buen pasatiempo el mío!” (si no que diría al reanimar mis venas, que haría con mi corazón).
Así “La Fiera” te duerme, cuando comemos el mismo menú de rutina y poco a poco el daño se prolonga. “¡Que bueno seria comer de allí!” (se dice “La Fiera” al mismo tiempo que extiende su lazo al menú lleno de maravillas que le dejaron preparado en el banquete).
Ya obtuve un par de años más (a fuerza de irregularidades). Como en aquel tiempo todo sigue igual. El crimen sigue allí, sin pagar nada. El que no abusa del crimen para su beneficio, el crimen abusará de él. Siempre fue tan demostrativo mi rebusque preferido.
Dentro del meollo de la cosa, diría que la ostia me es eficaz para la reacción de mi conducta y para mi forma rebuscada de ver la vida. Es evidente que el poco hilo de ese retazo me amordazó. La hormiga está frente a mi, a poco de que la maltrate (esta escena no requiere de ningún tipo de libreto). Se enreda entre las raíces y en una mirada de resignación, me obedece ligeramente. El pecado se metió dentro suyo, como una aguja encarnada, no la puedo sacar de allí, las venas se retuercen y el amor crece por dentro (la arrebatada genial para la mejor carcajada), las uñas se le manchan con la sangre que me brota de mi cuero calcinado. Por esta vez, el dolor se apiado de mí, me abandonó, si no fuera por esta corazonada, mi corazón estaría corrompido.
Vivo equivocado, llegué tarde a la repartición de principios y me dieron una beca para eliminar el mal aprendizaje de mi terco salvajismo. Todo gira alrededor de todos, rápidamente, algunos intentan subirse a ese mundo, mientras me inscribo a una clase para agilizar mis buenos modales y para someterme a la condición de la vida humana.
Mi tristeza se inunda de los efectos de mezclas alucinógenas, jubilosas y mortales (por llamarlo de alguna manera) al no poder controlar el éxtasis imparcial e inconsciente de la sustancia hecha obsesión en la lucidez de los monos que alegran este gheto.
Quisiera conquistar mi animal (ya que en su búsqueda, se me reveló). Quiero explotar mi don intuitivo, así adelantarme a los pasajes de mi agilidad de vida, (¡esta vida es ágil!) para que el desorden de mis visiones haga movimientos bruscos en el instinto de mi caníbal nocturno, ese caníbal cruel que sale en la noche para garantizarse de que su prisa se halle en complicaciones.
Es así la vida del marginal. El rebusque es la base de la auto-resistencia de esta raza humana, genuina, mientras el dolor, forma parte de un juego de ricas y empalagosas impresiones.

PD: No digas que todo está perdido. Yo te digo que no es así. Admitamos que esta es una tregua asquerosa y miserable donde en un escaso parpadeo se te puede esfumar la vida. Un susurro ensordecedor que se oye con frecuencia. Una de esas inefables conmociones que nos ahorcan en la cola hacia la muerte.

Hambre de Perros


Un perro come la basura, ayer hemos visto un niño haciéndolo, creo que a diario, todos lo hacemos sin darnos cuenta. Prendo un cigarrillo y trato de encontrar la luna detrás de su niebla al momento que el chillar de una radio atraviesa la ventana de la casa de Rosa. Me pongo a pensar en “El Flaco”, como estará? me pregunto, mientras tarareo una cumbia y un estruendo me hace pisar tierra. La noche grita incompatibilidades y tres caninos mas se suman al banquete. No sabemos sus nombres, menos sus exigencias. Emiten sonidos extraños, por ende siempre los escucharemos. “El Tano” sale a despedir a su novia y nos saludamos mientras prendo un cigarrillo, me cuenta de Las Toninas y de las paranoias de su suegra. Vemos una sombra acercarse lentamente, luego la vemos agazaparse detrás de un auto y olímpicamente desaparece de nuestra visión, también de nuestros pensamientos. “El Tano” se despide y yo sigo buscando la luna. Entro a mi casa y en la cocina me espera un manzana verde, también un agua tónica.
Salgo nuevamente y veo mas cosas: Otro perro se acerca y no es bien recibido, uno le ladra y otros dos lo echan a correr. No se sabe porque, aunque gran parte de la basura ya esta deglutida en sus estómagos, tengámoslo en cuenta.
Un angelito bajó a tierra… Dios al cielo. Nunca nos acostumbraremos; y los volcanes mueren de hambre mientras el perro sabiendo de las calamidades que existen en ciertas sociedades, sigue comiendo. Cruelmente, come sin dejar migajas, la muerte le vendría como anillo. A todo esto, el angelito se sacude en la diáspora, se empapa de pecados y es feliz. También nosotros.
Las noches son frías en este vecindario, y los abrigos son demasiados peligrosos para confiar en ellos. El Chueco se acerca y me pide fuego, me exige una limosna y no se la doy. Al rato se acerca Juancito y me cuenta de su nuevo empleo. Habla sin parar, sin pausas entre tema y tema, no lo escucho, me pone nervioso y pongo mi atención en la manzana.
Fue en vano contenerme de angustias ante la nada de mi manzana federalista. Imagine esta fruta viajando en la ruta desde alguna provincia lejana hasta la verdulería de la vuelta, tanto viaje para terminar demolida en mis entrañas impunes.Colgándome en la ilusión, veo caer un gusano en mi manzana. Lo deje sumergirse y ligeramente ha ganado mi manjar ¿Cuantos casos similares hay como este, como el de la pobre manzana y el mediocre perro? ¿Cuánta basura hay por comer y cuanto hambre tenemos? Lo peor de todo es que no hay tantos ángeles.
Soy un boceto, un cadáver falsificado. Con un maravilloso picaneo en las manos y chasquidos oscilantes en la boca. Con mi cara enchufada en la desesperanza de mi compañera cadavérica, y los ojos untados de una gran dosis de aflicción. Nada de otro mundo. Uno mas en el sótano de la inextricable industria kamikaze. Me entretengo en siniestros anónimos y me suelto en la madrugada cristalina. Todo un fiambrín. Puedo equilibrar los buenos modales con gestos desagradables durante cualquier hora del día. También esquivar la mirada mucilaginosa de mi jefa sin adquirir antídotos de popularidad. Soy un fiasco. Soy todo aquello que está absolutamente desinformado. No logro obtener buena conducta hacia los resquemores de la insoportable de mi vecina y menos encenderla con mi chispa espasmódica. Muero por uno de esos golpes a los que no estamos acostumbrados a que nos peguen!
Esta mañana me agité observando los perros en la esquina. Cinco segundos de reflexión antes de desorbitar la cornea me bastaron para nutrir mi cordura efímera. Todo me convulsiona al atardecer apocalíptico. Al best seller empalagoso de las epopeyas que ya conocemos. Esto no es vida!! El mundo productivo de aceros craneales y una estampita en la frente ideológica conservadora. A veces parecemos borrachos graciosos, y creo que este mundo es demasiado aburrido como para no generar conflictos. Agonizamos de risa sobre la guerra televisada y pensamos que harían falta más explosiones para que las victimas sean mas realistas. Además somos muy buenos para los negocios. Intercambiamos dinero por salvajismos amorosos y conmociones placenteras ¡Podemos ser muy felices cuando queremos! Sin necesitar una dosis de paco televisado. Los veranos son muy fríos para mis nervios caprichosos. Los inviernos, peores.
Con el tiempo aprendimos a oxigenarnos. Asimilamos que un misil a la luna no es solo un fruto de la ciencia, si no también, de la libre conciencia. Que una bofetada a la experiencia es más brillante que un corazón roto, y que las clases de análisis matemático no son tan aburridas comparándolo con las anécdotas de algún tío político.
Amor, los golpes no son mas fuertes que las carcajadas. Quizá algún día se acabe el fuego en el monte y vuelva a ser todo como al comienzo. Y más allá nos esperara el mañana dentro de un ombligo. Las sales no son ardores, el agua no es como la sangre, los perros no ladran al hablar, y las sombras, sombras son. Tal vez, mañana, Dios no nos quiera más en este lugar. Pero no te preocupes, angelito, yo estaré allí para protegerte.

Siempre estarás en mi corazón...


Esta madrugada me acordé de vos, como lo hago frecuentemente cada día y cada noche de un tiempo a esta parte. Recordé cuando por poco nos matamos lavando y pintando el tanque del agua en la terraza, allá por enero, ese enero lejano y tan especial. También cuando le vendiste la caja de herramientas al peronista paquidermo (mas paquidermo que peronista) del Barrio Derqui. Se me vino a la memoria cuando hacía tanto que no te veía y te encontré en la plaza de Diaz Velez aquel sábado en la época que yo salía a correr y suspendí el trote por una mateada con vos mientras mirábamos atentamente a las chicas que hacían aerobic.
Que hacías ahí? no me acuerdo... Me contaste que trabajabas en una fábrica, creo que de plástico y, dormías en una casa que te prestaba tu jefe. Siempre tenías algo nuevo para contar. Continuamente tenías esa historia absurda que yo esperaba escuchar de vos.
Mientras te recordaba, anoche, me reía porque se me venía tu cara de “yo no fui” cuando con mi viejo te tomaste el vino tinto que me trajo Huesito de San Juan. Es imposible no recordar esa cara de "yo no fui" que tuviste siempre.
Mirá que he conocido personajes increíbles, imprescindibles, insólitos, pero como vos ninguno. Con ese talento tan particular para mandarte “cagadas” y después comprarnos con una sonrisa. Estabas limadisimo... Pero de una locura entrañable. De hablar fuerte entre el "pucho" y el vaso de vino. De choripan con chimichurri, de sentirte cómplice, amigo, par.
Cebador empedernido de mate. Compañero de futbol por TV. Vos eras uno de los nuestros, del barrio, de la calle. Eras un símbolo en cualquier patio y en cualquier esquina.
Por qué te fuiste? Lamento muchísimo tu huida. Estoy seguro que la lamento más que vos, que solo debes lamentar lo mucho que te lamentan tantos por aquí. Y no más que eso:
Tus amigos imaginarios, los billetes de lotería, el tablón de Mataderos y la Bombonera; el bar de la esquina y de la Estación. El banco de la plaza, tu chomba negra con el cuello levantado y, la tele que había que golpearla para que funcione.
Ojalá exista algo que me quite el egoísmo de no aceptar perderte, porque entiendo que vos ya me diste un pedazo tuyo que precisamente no es un puto tumor, ni la mierda que escupías a diario. Ojalá te entiendan como yo lo hago porque cada vez extraño más tu genial y delirada manera de imaginar la vida, de ser vos mismo, de no deberle nada a nadie. Del desarraigo material, del despojo de algún supuesto fracaso en el pasado y empezar de nuevo donde quiera que sea. De tu fuerza por salir adelante, de como en este último tiempo, como decía el Che “dar la vida por cada bocanada de aire y mandar la muerte al carajo”.
Siempre quise apropiarme de cada amigo tuyo que decías tener, quise andar por cada uno de esos lugares espectaculares por donde anduviste y me enamoré de cada mina extraña de la que supuestamente conquistabas.
No tenías testigos en ninguna de tus aventuras y, en toda mesa desatabas una polémica distinta, y sin que nadie lo sepa, absurdamente, se profundizaba filosóficamente sobre la verdad y la mentira.
Cada vez necesito mas de esa crítica exacerbada sobre el partido de Chicago o de Boca, los mates de la tarde y, las anécdotas de bailantas y cabarets, de campeonatos de futbol en el potrero de la vuelta cuando “el barrio era el barrio” y, de cuando lo cagabas a trompadas al imberbe del vecino.
Son tantas historias que me quedaron grabadas, tantos momentos compartidos, algunos no muy buenos, otros no tan malos, pero tan nuestros que no puedo evitar conmocionarme cuando te pienso.
No sabes cómo festejaba por dentro cada escupida soñada mediante la pantalla, en tu enojo y protesta anónima sobre el rostro de un represor. De discutirle a cualquier político sobre política frente a Crónica TV; de reclamarle a Chicho Serna que “ponga más huevo” y, de indicarle a Riquelme como debía pegarle a la pelota.
Por eso amigo y compinche, me vas a hacer mucha falta. Sos mi héroe anónimo, mi puño insurgente en el patio de baldosas. De la esquina empedrada y del depósito de Marconi luchando contra las desigualdades, cargando fierros y cartón. Eso es ganarse la vida!, aunque a veces para algunos es perderla. Pero vos más que Balzac y antes de él, supiste que “la resignación es un suicidio cotidiano”, aunque alguna que otra vez se te haya ido la mano con un blíster.
Seguramente tu Dios te estará compensando por todo lo que te quitó. Por ese amor que nunca volvió, por lo más preciado que has tenido en todo este tiempo, lo que nunca se despidió de vos. Dicen que la historia de alguna manera, nos absolverá. Yo me pregunto, quién sería tan capaz de tirarte alguna piedra?
Te voy a echar mucho de menos, compañero. Pienso que otros deberían morirse. Si, que se mueran otros! La vida sigue un poco más triste y acá la seguimos peleando un poco más solos. No sé como homenajearte de otra manera que recordar cada momento, riéndome con los demás de tantas anécdotas divertidas que nos dejaste. Quizás pienses que la mejor manera de hacerlo es que me ponga la de Boca o la de Chicago por un rato. No lo sé. Quizás más adelante, porque ahora me dieron muchas ganas de llorar.

Un abrazo, tio.

Bolsa de Pasto

Hola!!!
Les doy la bienvenida en este, mi blog, Bolsa de Pasto, donde seguramente (con toda la caradurez) me veran manchar la web con algunas boludeces que a menudo se me caen del tintero, como tambíen, como un pibito molesto, intentar llamarte la atención con algunas otras cosas masomenos importantes...

Un abrazo.