lunes, 19 de enero de 2009

No seas boludo, pendejo!!!


La calle se cubre de una esencia roja, tibia, que se derramó de un caño pinchado por algún demente extorsionado por su lado criminal. Solo una gota hizo que el lugar se bañara por completo. Infinitas de impresiones colmaron los rostros de las millones de personas que pasaban por el lugar, los huesos de los participantes crujían, se desparramaban por toda la escena y se perdían derecho por la quema. (Mientras los moretones, se abusan de aquel cuerpo, “Federico” y su amigotes se llenan sus librillos).
“Si esto no es diversión, la diversión ¿dónde está?” (Empieza su discurso, “La Bestia” desde una hipnosis fotográfica, alucinada por el pánico de la sabana destruida). “Somos de esos superhéroes del cine, tan así que nadie se olvidará de nosotros” (obliga al público al mismo tiempo que yo me trepaba a una rama mirando el cielo desde arriba). “¡Que grandes empresarios que somos, tantos buenos actores y no malgastamos ni un centavo para contratarlos!” (gritaba “El Granjero” haciendo alarde de su poder para saber elegir chanchos). Todo fue por una escupida hacia arriba. “En caso de que así fuera diríamos otra cosa” (francamente pensaba “Simón”) y el humo hacia dilatar los vidrios de los ojos sensiblemente poseídos por la actuación en el escenario.
En aquel lugar, ”Miranda”, ocupa su juicio. En ese momento no se da por desapercibida la artillería. Mide su as de espadas en la boca del “Comerciante”, y cueste lo que cueste, “Miranda” (carente de angustias) salvará su futuro, saqueándole la vida al que se le imponga en su camino. Aprieta los dientes y su mirada intensa hace temer como un látigo. Los nervios, como acero, le duelen (su suerte ennegrece lentamente) “¡Estas rodeado, querido, es hora de visitar a tus angelitos!” (dicho por “Federico”, desde una voz distorsionada). En el momento que se escuchan otros fuegos negando todo tipo de negociación, “Miranda” sabe que pronto volverá a ser el polvo que alguna vez fue, y con el se llevará a otros. “Federico” invadió el plato y desde aquí en mas, “Miranda”, regará las ramas desde su sueño eterno.
¿De qué sirve la vida sin estas tragedias? Si no existiesen estas miserias, no le encontraría el gusto al tiempo.
“Todo esto forma parte del impulso que el hombre lleva consigo, el instinto animal, que se le dice. Todos tenemos un limite, algunos los cruzamos” (generalizaba una psicóloga por el panel).
Estos impulsos están hechos para gente impulsiva, no para gente común. Cuando en el acueducto de la ciudad “El Negro Marcial” le hunde el impulso por el conducto sensible a su presa, ella está allí, repleta de pinchazos y “La Bestia” es patrón, cuando el músculo descarriado se hincha dentro de la timidez de la participante. Después de presionar, ensanchando la tuerca cada vez mas, su tiempo libre se quiebra inundando la cara y la decencia de la niña ¡Que linda manera de quererse! (se decía el tipo, jadeando, después de ver a la piba acostada en el suelo).
Entonces, me hago aire como una liebre del desalojo. Aumento aún más mis sumarios. Injerto finas ilusiones en mi mente y dulces salivas de uvas en mi organismo. Raros días me busco un tiempo para estar con mi amor. Esa tipa que estimula mi mala costumbre en busca de su regocijo. Además, mi entorno es demasiado hostil para otras aspiraciones.
En el comercio, como en todo negocio, se encuentra la competencia. Me han dicho que para saber el enigma del carozo, habría que primero, empezar lamiendo la cáscara. La curiosidad de los novatos, animan mas a “La Fiera” que nos mira agazapada “¡Que lujo!” (expresándose mientras el fuego quema sus narices). Es como un viento que crece de la nada cuando los participantes dan cátedra en escena. El paño me hierve entre los dedos, el humo me revela los ojos, bajo el sol frió me acaparo de ella, su fuego, tranquiliza a ese latido que ni siquiera otra alabanza lo podría empeorar.
La venta y compra de placeres es la magia de esta creación de anécdotas ilimitadas y nadie, nunca nadie, nos podrá quitar lo bailado. La injusticia a los sentimientos se hace notar. La tortura hacia nuestras delicias, hacen que la tenaz canallada rompa las vallas de todo orden, que ataque a toda prohibición.
Al salirme de mi pasatiempo (por un rato, no mas), no estoy en la mejor de mis caminatas. La ciudad me es dañina para mi claustrofobia en tratamiento. En el ocaso, veo la resaca, rotundamente resaltada por las alteraciones de tan enormes sensaciones. ¿Que le voy a hacer? Así llega el invierno, crudo, después de tantos desgastes sofocantes.
“¡Que buen pasatiempo el mío!” (si no que diría al reanimar mis venas, que haría con mi corazón).
Así “La Fiera” te duerme, cuando comemos el mismo menú de rutina y poco a poco el daño se prolonga. “¡Que bueno seria comer de allí!” (se dice “La Fiera” al mismo tiempo que extiende su lazo al menú lleno de maravillas que le dejaron preparado en el banquete).
Ya obtuve un par de años más (a fuerza de irregularidades). Como en aquel tiempo todo sigue igual. El crimen sigue allí, sin pagar nada. El que no abusa del crimen para su beneficio, el crimen abusará de él. Siempre fue tan demostrativo mi rebusque preferido.
Dentro del meollo de la cosa, diría que la ostia me es eficaz para la reacción de mi conducta y para mi forma rebuscada de ver la vida. Es evidente que el poco hilo de ese retazo me amordazó. La hormiga está frente a mi, a poco de que la maltrate (esta escena no requiere de ningún tipo de libreto). Se enreda entre las raíces y en una mirada de resignación, me obedece ligeramente. El pecado se metió dentro suyo, como una aguja encarnada, no la puedo sacar de allí, las venas se retuercen y el amor crece por dentro (la arrebatada genial para la mejor carcajada), las uñas se le manchan con la sangre que me brota de mi cuero calcinado. Por esta vez, el dolor se apiado de mí, me abandonó, si no fuera por esta corazonada, mi corazón estaría corrompido.
Vivo equivocado, llegué tarde a la repartición de principios y me dieron una beca para eliminar el mal aprendizaje de mi terco salvajismo. Todo gira alrededor de todos, rápidamente, algunos intentan subirse a ese mundo, mientras me inscribo a una clase para agilizar mis buenos modales y para someterme a la condición de la vida humana.
Mi tristeza se inunda de los efectos de mezclas alucinógenas, jubilosas y mortales (por llamarlo de alguna manera) al no poder controlar el éxtasis imparcial e inconsciente de la sustancia hecha obsesión en la lucidez de los monos que alegran este gheto.
Quisiera conquistar mi animal (ya que en su búsqueda, se me reveló). Quiero explotar mi don intuitivo, así adelantarme a los pasajes de mi agilidad de vida, (¡esta vida es ágil!) para que el desorden de mis visiones haga movimientos bruscos en el instinto de mi caníbal nocturno, ese caníbal cruel que sale en la noche para garantizarse de que su prisa se halle en complicaciones.
Es así la vida del marginal. El rebusque es la base de la auto-resistencia de esta raza humana, genuina, mientras el dolor, forma parte de un juego de ricas y empalagosas impresiones.

PD: No digas que todo está perdido. Yo te digo que no es así. Admitamos que esta es una tregua asquerosa y miserable donde en un escaso parpadeo se te puede esfumar la vida. Un susurro ensordecedor que se oye con frecuencia. Una de esas inefables conmociones que nos ahorcan en la cola hacia la muerte.

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