martes, 27 de enero de 2009

A una morocha del Sur...


No te lamentes si alguna vez la innecesaria operación
de los sueños te separa un poco de lo real y de lo práctico.
Si el mar no encuentra, allá en lo profundo,
otro mar de tregua para vos,
o si la oscura nube metalizada se desprende del cielo que miras
sin dejarte ver el caminar del sol y las escamas del cielo,
no llores, no sientas pena.
Porque de las plantas, como de todas las cosas
que crecen al regarse (hasta con lagrimas)
se disparan el aire y el calor que te acarician y te consuelan,
por mas que la oscuridad esté allí,
contemplando susurros y desiertos,
golpes y tempestades, llantos y desvelos.
Y la gota que camina de los ojos hasta el suelo,
rebotando en la cerámica, no es más que una pelotita rebelde
que escapó de tu simpleza y de tus ganas de reír sin poder…
-ese sonar liquido del silencio, insoportable,
terco y caprichoso.-

No hay más dolor en el recuerdo que buscas,
no hay mentiras, no hay más sales para las heridas donde
la sangre ya no emerge, sino fluye, y con las piernas vas
empujando la atmósfera pesada que fastidia,
hacia otro lado sin riachuelo,
otro sur no tan nuestro,
no este sur con calles de tierra y humo industrial,
tan apasionado, donde se habla siempre en domingo
y se ama descontroladamente,
donde se ve caer del puente, rodando,
la piedra herida, el palo quebrado, los puños crispados,
el grito…

No pienses que la vida solo me dará hijos, un hogar,
un peine para cuando se me caiga el pelo,
no creas que el Éxito es algo más que un cuaderno de tapa dura
donde podemos escribir hasta la eternidad de las cosas,
hasta la inmortalidad de las hojas mismas.

No ves morocha?
No podemos atarnos de pies al tiempo y escaparnos
del traje gris, de los relojes, de los asientos traseros de los taxis,
de las plazas sin artesanos,
donde no existan las Cajitas Felíces, las películas sin subtitular,
un corazón sano, un jugo de naranja…
En fin…
y no estoy triste por eso.

Solo importa el perfume de tus manos sin perfume,
la paz declarada, los niños,
los amantes sin escondite, los cementerios sin tumbas,
el gemir de las olas contra las piedras,
las montañas que se mueven.
No te aflijas porque la comida o porque aquel,
si te ves mas delgada con esa remera negra o blanca,
por las muñecas mutiladas…
No hay más belleza que tu sonrisa desbordada
por palabras llenas de gracia y de ternura
que nacen dentro tuyo, que duermen dentro mío,
mientras reímos de nosotros mismos
y sollozamos la rosa muerta por el tirano que
nos baja la persiana privándonos del sol,
de las nubes metalizadas, de las escamas del cielo.

Morocha dejame verte una vez más
y dame la mano,
acompañame a buscar las risas del futuro,
la eternidad de los sueños,
la muerte del olvido,
afianzándonos, como siempre,
entre el espanto y la delicia,
la comparsa triste que nos hace ser o no ser
libres
en el vuelo salvador de conciencias y sentimientos,
de amistad y lejanías, de historias absurdas
para robarte sin tantos pretextos,
aunque sea por semestres,
alguna palabra tímida de tu sonrisa desbordada
de colores y perfumes,
de metáforas y canciones.

...

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