viernes, 23 de enero de 2009

La mar estaba serena... (2002)


Todavía no amaneció, pero me animan los reflectores en el cielo. El intermitente temporal cayó sobre los chaperios y todo dio igual. Los niños aplaudieron y se conformaron con el fenómeno aunque rezaron para que la próxima navidad, sea Santa Claus quien caiga del cielo y no un estúpido chaparrón de meteoritos.
Fuentes del FBI han informado que el anciano ha sido capturado en la frontera Bolivia-Paraguay con setenta mil piedras de opio que iban dirigido hacia Japón.
Así las cosas, una revolución ha ganado jerarquía en tierras del sol naciente. Los orientales abrieron los ojos por primera vez y dieron en el blanco. Las profecías nos dicen que diez millones de japoneses marcharan hacia los Estados Unidos por una carnicería. Pikachu va a ser liberado!!! Es un buen dirigente y sabe de las injusticias del mundo, toda esa puta escoria que ha dejado a su espionaje contra la pared. Los diferentes países del mundo se unieron en un solo grito, pero la astucia japonesa los ha vuelto a vencer. La tecnología craneana oriental se apoderó de todo nuestro revolucionario mundo americano, han matado todos los gangster de la ciudad, los fusilaron uno por uno cuando lograban escapar de sus jaulas, reventaron el último nudo que quedaba de la mafia china y radicaron a sus prostitutas, falsearon todos los documentos que les hicieron falta para que la historia deje de matar al tan celebre fantasma de la CIA.
La política americana ha vuelto a caer. Tipos cuyas propiedades son oro puro, soldados de buena chapa y licencias para mandar cuerpos a la morgue. El mundo se ha convertido en un rápido reloj de dólares y América se ha conmocionado.
Un terremoto azteca dio a luz la nueva cara de la esfinge, nada de maldiciones ni profecías pusilánimes, todas las tribus del continente se unieron para ver el joven poliedro. Los sapucái sujetaron su resonancia en la frontera y el grito de guerra de los siux se desplomó de las Torres Gemelas. Lo sentimos. Desde lo mas alto de las montañas, se explicó Dios ante el mundo y todo volvió a la normalidad. Las luces de los estadios se encendieron nuevamente, la pelota, felizmente, volvió a rodar y los ojos se pegaron a las pantallas otra vez. El Negro me cuenta de La Habana, yo me preparo para una nueva ola de proyectiles, El Negro insiste en Ibiza cuando el bullicio es ensordecedor. El milenio nos encontró sentado frente a la Casa Blanca, viendo los fuegos artificiales que lo anuncian. Un relator nos cuenta por medio de los altavoces la historia del país. Este tipo, dicen es el mejor de todos los relatores del mundo. La historia cuenta que nadie sabe de su paradero, pero si que fue encontrado... aquí cerca, en Miami Beach con un sombrero jamaiquino. Eso no nos incumbe. La ciudad está repleta de cámaras que transmiten todos los rincones del estado y se enfocan en una gigantesca pantalla, situada metros arriba del Puente de Brooklyn. Las cámaras llegan a enfocar los mas pequeños detalles de cómo se vive la fiesta en los diversos clubes modernos y exóticos del primer mundo(?). Hasta pusieron una de esas cámaras en un boliche latino, pero por una cuestión de estética decidieron censurarla a último momento. De repente una sorprendente imagen satelital se prende a las pantallas de la ciudad: un extraterrestre que hace días, no mas, han cazado mediante una nave de la NASA, saluda agitando una banderita yanqui y con su vocecita torturada canta el himno del país. Parece tierno y amigable, eso también demuestra que ET era un verdadero marciano y no un simple muñeco de hule.
Yo sigo asombrándome de las nuevas posibilidades que la ciencia nos muestra, mientras de a sorbos caliento mi cuerpo congelado con una barata ginebra (con gente depierta!). Los aviones sobrevuelan la capital del país haciendo piruetas, impensadamente los vemos formando un símbolo de paz, la escena nos conmueve, el relator enmudece por un tiempo y entre llanto larga un grito: Viva América!!! (Como si el país fuera un solo continente). El Estado se estruja de manera incontenible, justo cuando veo el paso de una centella.
Ahora, como plato fuerte, desde un satélite artificial imágenes de las distintas batallas estadounidenses se reflejan en el lago. Podrían haber puesto mas cosas de lo visto, nada de Bangladesh ni de Bolivia, solo la muestra de un capitalismo moderno sobre la astucia japonesa. El documental termina y en las pantallas vuelven a los festejos. Yo prendo un cigarrillo, mientras cruzo la avenida con una ilusorio vuelo melancólico, pensando en mi país, en mi tango y en las novedades que El Negro me sigue contado sobre La Habana, pero vuelvo a tierra cuando casi un auto volador le arranca la cabeza con sus electrónicas aletas con forma de guadaña. Nada es mas cool que recibir el milenio con una catástrofe.

Como una herramienta mas de los nuevos síntomas mecánicos, Natsuka deja que la pistola de heroína lo desarme frente a las cámaras. Deja inmovilizado el pulso y el material se le desparrama en sus nervios, le brota por los ojos y rebalsa. Las niñas sueltan una ovación. Chicos ricos husmean la caja fuerte y la violan. Huelen a jarabe y tienen doble faz. Antes de enloquecer atrapaban las estrellas en el ojo del insomnio, adoraban infantes marcados sobre moldes de androide que tomaban drogas duras con el culo flojo transigente, logrando reputación en dulces colegialas glutinosas. Diafragmas anabólicamente hinchados, con los paladares dormidos, y con sus DNI plastificados, irrompibles y acento de New Wave.
Vemos como el chino se retuerce. Las luces radioactivas atrapan la estética y el humo se acopla en los plafones. El chino camina zigzagueando. Fantasmas molestos vienen a balbucearlo, inquietos y miserables, juegan dados en su cráneo y le sueltan una plegaria pegajosa, inolvidable. Hemos visto cosas peores.
Las niñas absorben medicinas tropicales fuera de leyes, se arquean desesperadamente y escupen celo, pasan la lengua por los sillones que saben a marihuana, manosean sus llamas perdiendo su ropa deslizante con el compás de histeria desordenada, hablan largando líquidos pegajosos, con el acento inocente, resentido, se desnudan alocadamente, bailando con un gran estilo la bienvenida del nuevo milenio.
El chino sigue en problemas a través de la noche psicodélica. Sombras de tipas finas le seducen y su blancura lo golpea emocionalmente. Gramo tras gramo, quebrando la uva en el bilis, sugestionando la nariz hinchada como sus venas. El occidental sigue aceptando las leyes de la nueva era en el coma del mundo, atragantado de células plásticas, amigables, ensanchando la traquea como un tragamonedas, danzando un sonido alterado con las pendejas, ya, quemadas de fiebre, exudan éxtasis, con los pechos duros, como concreto. La fiesta termina. Nos despedimos con la imagen del chino, perdiéndose en la huronera del nuevo milenio, soplando conductos de alcaloide, secos pero felices.

Con el tiempo me he dado cuenta que tengo una enorme cualidad para estar despierto durante días. Mis sentidos pueden remover los secretos mas buscados de la piedra y vulnerarlos con total clase. Bebo antiséptico y me alimento con nicotina, raras noches me son aburridas, salvo cuando la cacería no me persigue. Yo soy el hombre radioactivo, el último espía de la luna, viviendo en el mundo mas sideral y mágico de todos. Con aspecto de filósofo chiflado metido en su uniforme de superhéroe, uno de los tantos reclutas de las películas de Spielberg, montado en bólidos vegetales, viajando por el universo globalizado, casi, como escapando de la muerte ¿Nadie se ha preguntado por que los perros nunca miran al cielo? Debe ser por una cuestión de escepticismo.

El mundo es tan chico y tan simple de destruir que solo pensarlo mete miedo. Los japoneses han recurrido al último paso de la libertad y hasta ahora no recibieron ningún alerta. Si esto fuera el África diría que ya estamos perdidos. Ya no hay mas fusiles ni reaccionarios ya no hay emboscadas ni revoluciones pero el animal cada día ladra mas. No usa identificación y su nombre estalla en la luna, preferiría llamarlo... como se llame, no importa. El siniestro ya no se encuentra libre, gruñe salvajemente colgado en la telaraña, escupe fuego y quema, rasguña el aire y le rompe su oxigeno, vomita sin parar. Su ladrido es tan violento que revoluciona a todo nuestro pequeño mundo eléctrico...
Nos hemos metido en el único atajo hacia la tierra prometida, flotando en un bote precario, sujetado a la marea roja y clavando los ojos al cielo colmado de estrellas que amenaza con matarnos.
El comandante trae un globo terráqueo y casi llorando nos muestra que el Ecuador está mas bajo que nunca. Con sus nervios como acero trata de explicarnos que sin dudas “Nos hemos metido en problemas”. Se da cuenta de lo cruel que es vivir en el fin del mundo y contempla el sarcasmo con lo que se han encontrado sus hombres. Supone que algunos están ardiendo en llamas y gritando tan fuerte para que los escuchen y les maten. A otros arrinconados contra las rocas donde la marea los golpea, viendo al enemigo friccionando la costa con sus galeones espantosos, volando los muelles con detonaciones para que sus pedazos alimenten a los tiburones. Otros abotonados, acechados por la milicia nórdica que se ha alineado en las colinas desde el este. Estos tipos han rociado la playa con Ántrax y gas cáustico, obligaron a los campesinos para que inyecten potasio en cada una de las plantaciones de crack y después los quemaron para que no confiesen, incendiaron todas las plantas frutales del bosque y desde un helicóptero nos arrojaron los cadáveres de todo nuestro maldito pelotón. Lo más extraño es que son todos del mismo color de piel que... la mía. Nada es mas desagradable que ver amontonado a un par de cuerpos descompuestos, algunos triturados, envueltos en bolsas de plástico, con un par de buitres picándolos encima para que los huesos alimenten la tierra lo antes posible. Yo me subo a una lancha y escapo detrás del crucero, con otros soldados. Trato de darme cuenta del crimen de la guerra y no lo advierto. Al rato la noche se cubrió de un papel cromado, el cielo comenzó a escupir un granizo que pegaba tan duro que tuvimos que detenernos bajo un puente. La escarcha cosquilleaba la nariz y las uñas de los pies, ya encarnadas, me soltaron una plegaria: “Estamos muertas”.
Es salvador escuchar como duerme el mundo. El Imperio va a ser conquistado por sus hijos antes de tiempo. América tiene industrias en la luna y fabricas de niños en Sudáfrica, usan el humus misionero para plantar dólares color rojo-sangre y viajan en sus cruceros del amor para sacarle fotos al pene gigante en el culo del mundo y golpean sus caballos para fortalecer el galope de la Patagonia Rebelde. La mar estaba serena hasta que un remolino trago a casi toda mi fracasada unidad. En las alturas algo se iluminó, un humo verde nos sorprendió y luego una explosión pavorosa nos separó por unos segundos. (La paz esté con vosotros...) Los párpados ya no se resistieron y decayeron, todo cuando en el horizonte se vio una luz (... y con tu espíritu...) Crack!!!: sonaron los huesos en el fondo de la mar, ya ni el sonido del silencio se redujo (... demos gracias a Dios...) A la vez que una granada hizo que el crucero y toda la tripulación volara graciosamente en pedazos por el aire. (... es justo y necesario...) La atmósfera pesada obstaculizó el pasó de la emergencia, cuando una lluvia de sales yodadas se desmoronó por competo bajo el fin de la tragedia (... Amén). Las alarmas ya no sirven, las profecías tampoco. Nada de ingenuismos nacientes y caras de buenas predicciones. Esto ya no es lo de antes, las escasas premoniciones que nos muestra la esfinge son vanas, el fin llegó y nadie lo ha sabido operar. Operar como operan los satélites en nuestras casas y como lo hace el pan en el Biafra. El mundo se paró por un instante, los perros ladran hasta quedarse roncos, olfatean hasta llorisquear, el comandante los golpea para que encuentren los cuerpos de sus hombres caídos, y estos, ya abatidos, cuelgan sus ojos al cielo para nunca mas quitarlos de allí.

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